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El proceso formativo del cristianismo abarca desde comienzosdel siglo I hasta la segunda mitad del siglo II, cuando ya aparecen loselementos que caracterizan al cristianismo como una realidad sociológicay teológicamente diferenciada tanto respecto a la sinagoga judíacomo a los ojos de la sociedad romana. Este es el período detiempo y el proceso histórico que abarca nuestro estudio. A partirde ese momento se abre el camino hacia lo que más tarde será laGran Iglesia y la «ortodoxia».El presente libro trata sobre un complejo, conflictivo y apasionanteproceso histórico. El lector no encontrará en estas páginas elucubracionesfantasiosas y novelescas, pero tampoco cuadros idealizadosde una edad de oro. No es raro que el estudio de los orígenescristianos se convierta en un auténtico campo de batalla sobre el quese proyectan los sentimientos encontrados y las polémicas encendidasque suscita su realidad presente. Este tipo de estudios está lastrado,con frecuencia, de sensacionalismo, de agresividad beligerantey de apologética beata.No carecemos de opciones propias y de convicciones personales,pero hemos querido hacer un libro, ante todo, riguroso y crítico.Esto quiere decir que las afirmaciones históricas tienen que apoyarseen datos y no pueden ser dictadas ni por apriorismos ideológicosni por exigencias extrínsecas a la investigación misma. Un estudio riguroso,en el caso que nos ocupa, requiere examinar numerosasfuentes literarias, ya que los restos materiales de comunidades cristianas,que tendrían que ser objeto de consideración arqueológica,son prácticamente inexistentes para el tiempo que nos ocupa. Lasfuentes literarias son, en su inmensa mayoría, cristianas y requierenser examinadas críticamente. Así los veintisiete escritos del Nuevo Testamento, que, más tarde, adquirieron un valor normativo, «canónico»,en las iglesias cristianas, en nuestro estudio son considerados comomeros documentos históricos, aunque ciertamente merecen unaconsideración especial: habrá que preguntarse por qué muy prontoestas obras adquirieron una preeminencia tan notable entre gruposcristianos diferentes y, sobre todo, hay que contar con el hecho deque una consideración tan especial refleja la importancia de las comunidadesque en ellas se expresan.Pero las mencionadas obras canónicas no son sino una selecciónde entre una literatura muy amplia, a la que hay que atender paracomprender la riqueza y complejidad del cristianismo de los orígenes.La importancia de este tipo de literatura –que comprende losllamados «apócrifos», pero también incluye los primeros escritoreseclesiásticos– no radica en la verosimilitud de sus informaciones,sino en que reflejan formas de cristianismo y de comunidades cristianas,que solo gracias a ella nos son conocidas. Al final de este libropresentamos un elenco, que hemos procurado sea lo más completoque permiten los conocimientos actuales, de toda la literatura cristianaprimitiva, señalando autor, lugar y tiempo de origen de cadaobra, así como sus características esenciales. Pensamos que puede serde gran utilidad.Nuestro propósito es describir el proceso formativo del cristianismo,explicar por qué unas formas prevalecieron, mostrar su complejidady evolución, pero también descubrir formas de cristianismoque quedaron varadas, posibilidades perdidas o dormidas esperan-do, quizá, las condiciones socioculturales o el vigor carismático querecuperen sus valores en el futuro. Una función esencial de la historiaes hacer justicia, con crítica y discernimiento, a los vencidos y olvidados.Esta es, entre otras, una condición inexcusable para que elfuturo no sea la mera prolongación del presente.Reconocemos que hablar del proceso formativo del cristianismoes un tanto ambicioso. Este libro no se limita a mostrar aspectos selectoso episodios brillantes de los orígenes cristianos. Pretende, másbien, mostrar el surgimiento y la evolución de los principales gruposde seguidores de Jesús que acabaron confluyendo en lo que llamamos«cristianismo». Pero tenemos que añadir inmediatamente quesomos conscientes de las limitaciones de nuestro empeño. Ante todo,por el carácter fragmentario y parcial de las fuentes que usamos.Además, hay una laguna inmensa en lo que respecta al cristianismode los orígenes más allá de las fronteras orientales del Imperio romanoy en el norte de África. Sin duda hubo grupos de seguidoresde Jesús desde muy temprano por esas regiones, cuyas huellas se dejanver en la literatura de los siglos posteriores. Sin embargo paraesos momentos primeros, carecemos prácticamente de datos y estudios.Una tercera limitación viene dada por nuestra perspectiva, porla situación epocal y sociocultural desde la que contemplamos e interrogamosal pasado. El espíritu crítico implica siempre un esfuerzopor ampliar el horizonte, pero este nunca deja de ser limitado.Por eso, cada generación tiene que volver sobre las grandes cuestioneshistóricas, porque aunque no se hayan encontrado fuentes nuevas,siempre puede haber novedad en las preguntas que se plantean,en las perspectivas que se adoptan, en las valoraciones que se realizan,en la organización y comprensión de los datos.