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Como lo clarifican mucho de los ensayos de ¿Qué hacemos con las normas que nos hacen?, “vida precaria” conjuga dos tensores prin- cipales desde los que se demarca el terreno del giro ético en Butler y sus usos. Por un lado, la cuestión de lo precario es irreductible a miradas unidimensionales de desposesión, expropiación y victimi- zación con las que se suele asociar al término, para operar más bien como el punto de partida de una crítica a la matriz de individuación y privatización específica de la tradición liberal, esto es, la matriz del llamado “individualismo posesivo” que será la piedra basal de la subjetividad neoliberal. En efecto, el cuerpo precario es aquel cuer- po sobre el cual la fantasía de la separación y el aislamiento origina- rio respecto de los otros cuerpos –esto es: aislamiento de lo social y de lo ecopolítico– simplemente no puede ser sostenida: el pre- cario, la precaria no pueden nunca ser los “dueños de sí mismos”, esa figura fundante de la empresa liberal y neoliberal, precisamente porque precariedad implica siempre una conciencia sobre la inter- dependencia –social, económica, biológica, ecológica– como con- dición misma de toda posibilidad de la vida. Lo precario desmonta tanto la lógica de la propiedad, de lo propio como posesión y como capitalización, como el presupuesto del “sí mismo” en tanto que dado, ontológicamente reconocible (bajo la forma de “un cuerpo”, “yo”, “sujeto”, “individuo” –eso que en inglés se denomina bounded individualism, el individuo en tanto que ontológicamente demarcado, con fronteras nítidas, aislado u originariamente distinguible de sus agenciamientos y de sus lazos)