دانلود کتاب El educador mercenario (Escrituras ahuyentables, I)
by Pedro García Olivo
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عنوان فارسی: این مربی مزدور (مقدس ahuyentables من) |
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de la Escuela. Me gusta pensar que tiendo a desescolarizar algo. /.../ desemboqué en
el paradigma de la “irresponsabilidad” en la Enseñanza ‘después’ de un desencanto, de
una desilusión: después de una práctica (bienintencionada, concienzuda) de la docencia
‘progresista’, ‘reformista’, ‘comprometida’, etc. Durante un par de años fui, en efecto, lo
que en El Irresponsable más combato: fui un “ingeniero de los métodos alternativos”,
un educador “moderno”, “solidario”, “revolucionario”... Lo peor que puedo decir de esa
experiencia es que me salió bien: conseguía lo que quería, influía sobre los alumnos,
casi me idolatraban... Pero, por dentro, algo en mí se rebelaba contra ese poder y esa
influencia. /.../ “Pedro, eres un predicador, pero ‘de otra clase’; haces lo
mismo que los demás, aunque ‘de otra manera’, más soportable, más simpática. ¿No te
da vergüenza?” /.../ Me instalé orgullosamente en el inmoralismo,
en el crimen, en el aborrecimiento máximo de la Escuela y de esos homúnculos que
llamamos “educadores”... Le perdí, primero, el miedo a la Expulsión; luego la busqué
con un ardor de loco. /.../ Como “anti-pedagogo”, impugno un supuesto que está en los cimientos de esa
disciplina, en el surtidor de todas las críticas ‘progresistas’ a la Enseñanza tradicional y
de todas las ‘alternativas’ disponibles: la idea de que compete a una selecta aristocracia
del saber (los educadores, los profesores) realizar una importantísima tarea en beneficio
de la juventud, una operación calificada sobre la conciencia de los estudiantes de la que
se seguiría la mejora o transformación de la sociedad. Arrogándose una facultad
demiúrgica (‘creadora’ de hombres), y como miembro de una “élite”, erigido en
autoconciencia crítica de la Humanidad, el ‘educador’ se entregaría a una delicada
corrección del carácter de los jóvenes, a una muy ‘ilustrada’ labor de forja de la
personalidad, siempre con la mirada puesta en el ‘bien’ del estudiante y en lo que
conviene a la sociedad -se aplicaría a la modelación de sujetos ‘críticos’, ‘autónomos’,
‘creativos’, ‘independientes’, ‘libres’, ‘solidarios’, ‘tolerantes’, ‘pacifistas’, etc.
Bochornoso, este elitismo, aderezado de filantropía, pone de nuevo sobre la mesa
aquella moral de la doma y de la cría que tanto irritaba a Nietzsche e incurre una y mil
veces en lo que Foucault y Deleuze, pensando no sólo en los educadores, denominaron
“la indignidad de hablar por otro” (indignidad, en nuestro caso, de suplantar la voz del
estudiante; de ‘reformar’ la Institución en su nombre; de intervenir policialmente en su
subjetividad alegando que se hace por el propio bien del afectado; etc.). A la manera de
un déspota ilustrado, pertrechado de conocimientos ‘especializados’ y pautas
‘científicas’, el educador moderno, sucedáneo de la divinidad, se entregaría a una
empresa ‘redentora’, ‘salvífica’, casi estrictamente ‘religiosa’... Pero, en realidad, nada,
absolutamente nada, ni los estudios, ni las lecturas, ni la formación ‘científica’, ni los
títulos ‘académicos’, autorizan a un hombre (lamentable funcionario, muchas veces) a
elevarse tan ‘por encima’ de los demás y decretar, desde esas alturas, qué tipo de
“sujeto” necesita la Humanidad para ‘progresar’ o curar sus heridas; nada hay en su
preparación o en su carácter que lo capacite para tentar aquella infamante operación
pedagógica sobre la conciencia estudiantil; nada justifica que se arrogue un papel
‘divino’, remedo de la Creación, y mire a la sociedad toda con ojos de águila... Oscar
Wilde estimó que los ‘educadores’ constituían “el azote de la esfera intelectual”.