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This is a dangerous book"..., quizás no se pueda encontrar una mejor promoción que esta frase histérica con la que el cronista de Fox News, Glenn Beck, presentó este ensayo político. Pero el sorprendente destino editorial de este libro empezó antes. Originalmente lo publicó el pequeño sello parisino La Fabriqueen 2007, y tuvo una venta normal (cerca de 2000 ejemplares) para esta casa editorial conocida por su seriedad a la vez que por su posición crítica, en la tradición de la mítica y fallecida Maspero. Lo más seguro es que este libro se hubiera hundido en el océano editorial, sólo rescatado por un reducto de lectores atentos. Pero el Ministerio del Interior francés, con sus fabulosos recursos mediáticos, se ocupó de su promoción, y todo cambió. Esta fase empieza el sábado 8 de noviembre, con un sabotaje que inmovilizó durante varias horas 160 trenes-balas en Francia. Tres días después, el 11 de noviembre, un gran operativo policial concluyó con el arresto de diez personas. Ese martes, a las 6 de la mañana, 150 policías de las brigadas anti-terroristas llegaron a Tarnac, un pueblo de unos 350 habitantes, para llevarse a unos jóvenes de entre 23 y 34 años. No faltaron los helicópteros de los principales canales de televisión, y la nube de periodistas invitados para seguir “en directo” las fuerzas del orden en acción. Y hasta la ministra del Interior participó en el show, asegurando que todos los detenidos formaban parte de un movimiento de “ultraizquierda de tendencia anarco-autonomista” (categoría hasta este momento desconocida, y sin ninguna definición).Ahora bien, dentro de las muy escasas “pruebas” (de un sabotaje que se califico de “terrorista” y que no tiene nada de tal, pero eso es otra cuestión) el fiscal anunció que hallaron un libro. Se trataba de este libro que presentamos. Hacía mucho tiempo que en Francia no se mandaba a nadie a prisión por leer un libro, habría que remitirse a la época del gobierno pro-nazi de Vichy (40-44) o al siglo XIX. De manera que los lectores franceses se alegraron de reanudar con esta antigua tradición del delito de opinión, y compraron en masa L’insurrection qui vient. El libro en poco tiempo se convierte en un best-seller dentro de su categoría y entre tanto, los jóvenes a los que la policía anti-terrorista no encuentra la menor prueba contundente continúan presos. Así es como con mucho pesar y muy lentamente, durante los siguientes meses (diciembre-enero 08-09) se libera a los supuestos terroristas. Pero no a todos, continúan deteniendo al que aseguran es el autor del libro: Julien Coupat. Pero esta autoría es complicada para la cabeza obtusa de un policía de “elite”. Pues el libro está firmado por el Comité Invisible, el cual se autodefine como un “colectivo imaginario”, lo que el fiscal traduce como “célula invisible” en pos de armar atentados terroristas. Es fiscal, no semiólogo. Pero el propio Julien Coupat, desde su celda, aclara un poco el caso en una entrevista publicada en Le Monde (25 de mayo del 08), “por desgracia no soy el autor de L’insurrection qui vient– y toda esta historia tiene que convencernos del carácter esencialmente policial del concepto de autoria”. Coupat fue por fin liberado en junio del 09, en espera del juicio. Todos esperamos con mucha impaciencia la función, cuando llegue a los estrados, de esta comedia judicial que, seguramente, nos hará reír aún más que los primeros actos de esta gran farsa. Todos nos preguntamos angustiados ¿será que Julien es culpable de la autoría de La insurrección que llega? Mientras tanto, les proponemos leer este temible ensayo.
Y es que también en Argentina se podría decir que La Insurrección... tiene un curioso trato editorial. Pues, cualquier francés que se pasea un tiempo en Buenos Aires se sorprende de la presencia de la intelectualidad parisina: periódicos, estantes en los libreros y charlas están repletos de libros y referencias a lo que se supone pasa en París. Cualquier novedad que provenga de la capital francesa parece suscitar un entusiasmo descomunal en los porteños. A pesar de eso, no se encuentra la menor mención a este libro, y mucho menos respecto al destino de sus sospechosos de autoría. Periódicos correctamente de izquierda, universitarios siempre pregonándose de la vanguardia del radicalismo que citan Rancière, Foucault, Deleuze y otros, no le encontraron ninguna gracia al Comité Invisible. ¿Será que hay ciertos códigos de respetabilidad “revolucionaria” parisina que faltaron? Es en verdad curioso, si Guy Debord fuera totalmente desconocido en el Río de la Plata podríamos pensar que L'Insurrection no entra en categorías conocidas, y que por lo tanto no procuraría interés para esos intelectuales golosos en categorizar. Pero ese no es el caso, los situacionistas han sido y son leídos acá. Así que sigue el enigma. Coupat, desde la prisión, sugiere a los "foucaultianos, en vista de lo que hacen desde hace veinte años de los trabajos de Foucault", de irse a vivir un tiempo en cana. Es probable que el se dirija a esos circulitos parisinos que van publicado, año tras año, obras que rinden culto al maestro muerto. Pero quizás podríamos extender la sugestión a sus socios argentinos, aunque parece que ya se encerraron por si solos más de lo necesario.