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A través del estudio de casos, seleccionados por su significación regional, Alberti reconstruye la trama de la descomposición de la estructura tradicional de poder, en el v lle del Mantaro. Interpreta la caída de Jauja y la emergencia de Huancayo como consecuencia de los mismos fenómenos nacionales y regionales, entre los que se destacan la explotación minera en gran escala, la penetración de los partidos políticos en el área y el desarrollo de las vías de comunicación. Y señala que, como corolario inmediato de esa transformación del poder regional, el mundo rural, a su vez, sigue el mismo derrotero. Tal es el caso de Mito, centro intermediario de poder a comienzos del siglo, que sufre un proceso de desmembración territorial íntimamente ligado a la pérdida del apoyo de Jauja y a la insurgencia de las poblaciones de sus anexos. Al mismo tiempo Cajas y Pucará, Las otras dos comunidades de campesinos que los autores analizan, se liberan de sus respectivos controles políticos administrativos y encuentran en el crecimiento de Huancayo una mayor demanda para sus productos: ladrillos para la construcción en el caso de Cajas y verduras para Pucará. En esta coyuntura, Mito, con la pérdida de su posición, es incapaz de enfrentarse exitosamente a los nuevos cambios, mientras que Cajas y Pucará al diferenciar sus estructuras económicas entran en un proceso de conflicto debido a que los grupos emergentes quieren acompañar a su reciente pujanza económica el control político de sus organismos de gobierno. El conflicto se profundiza cuando, con el establecimiento de las elecciones municipales en 1963, los partidos políticos incursionan masivamente en las comunidades campesinas. El presente las encuentra otra vez respondiendo a situaciones impuestas desde la autoridad central. Cada una reacciona de acuerdo a las particularidades de su estructura social. La implementación del Estatuto de Comunidades en las tres comunidades ofrece tres situaciones distintas, lo que muestra en forma dramática como el mismo acto legislativo produce respuestas distintas aun dentro de una misma área regional, revelando la extrema complejidad y variedad de la situación social del mundo andino.
Mientras ocurren estos acontecimientos en el valle del Mantaro, las haciendas del valle de Yanamarca, apéndice del poder de Jauja, al resquebrajarse éste, siguen su propio derrotero. Una nueva toma de conciencia estimula a los peones a la organización de sindicatos y comunidades de indígenas a fin de librar decididas batallas para liberarse del sistema de hacienda, lo que consiguen, sin ayuda externa, en las décadas del 50 y 60, sellando así, definitivamente, un período histórico. En términos teóricos, los movimientos campesinos del valle de Yanamarca representan así el intento de los peones para eliminar relaciones sociales de tipo señorial, vueltas anacrónicas en un contexto regional caracterizado por un modo de producción capitalista.