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Territorios de la agricultura colombiana analiza la evolución de la producción agrícola comercial del país, en el marco de una exploración teórica sobre los procesos de formación de regiones y territorios. Estudia la implantación de los cultivos comerciales en las distintas regiones del país en el marco de las condiciones sociales de cada una de ellas y dentro de las diferentes políticas públicas dirigidas hacia la agricultura y la tierra, en particular. Las páginas iniciales recorren el marco temporal de referencia comprendido entre la promulgación de la Ley 135 de 1961, primera propuesta de reforma agraria, surgida en el Frente Nacional, y la convergencia de la “apertura económica” con la inserción de Colombia en la economía del narcotráfico. Propuesto este período de estudio, el autor plantea sus referentes conceptuales, centrados en la comprensión de los procesos de construcción social del espacio. La secuencia nos conduce a una caracterización del panorama actual de la agricultura colombiana, sus tendencias y las condiciones del reparto agrario, temas que tienen luego desarrollo en la búsqueda de sus relaciones con los distintos alcances de las políticas planteadas por los sucesivos gobiernos. El análisis señala cómo el afianzamiento del sector empresarial, en el marco de las políticas generadas por su acentuada representación en el Estado, genera cambios profundos en las condiciones de acceso a la tierra de las distintas comunidades campesinas. Estos procesos, asociados de manera persistente al ejercicio de la violencia, profundizan los desequilibrios sociales y políticos que afectan a las poblaciones rurales, y el marginamiento al que éstas son sometidas no encuentra compensación en los sucedáneos del reparto agrario. A su vez, los desequilibrios así generados se transformaron en la cuna de un nuevo factor de conflicto representado en la incorporación de Colombia en la economía del narcotráfico. La expansión de la agricultura comercial en los marcos de la apropiación monopólica de la tierra y la exclusión de los campesinos y demás trabajadores agrarios se convierte en motor del destierro masivo de las poblaciones rurales. El destino de los desposeídos es sumarse a una oferta de mano de obra que no encuentra posibilidades en los mercados de trabajo urbano y engrosar el creciente mundo de la pobreza y la indigencia. Este recorrido por el avasallador “modelo agrario” en marcha concluye con un conjunto de propuestas encaminadas a buscarle un rumbo diferente al país, orientado a construir el bienestar de la población colombiana, su seguridad y soberanía alimentarias, la generación de empleos e ingresos, la estabilidad de las comunidades y la protección del patrimonio ambiental en condiciones democráticas y de respeto a los derechos humanos.