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Turpin o Tilpin es un personaje real del siglo VIII, cuyo nombre parece indicar un origen danés. El cronista Flodoardo, en el siglo X, nos informa sobre él: fue monje en la importante abadía de Saint-Denis, cerca de París, y luego arzobispo de Reims, en la sede estrechamente asociada a la monarquía franca. En el siglo XII se le atribuye la autoría de la fantasiosa obra que presentamos, denominada Historia de Carlomagno y Roldán, o simplemente Crónica de Turpín, y centrada en la narración de las expediciones, batallas y triunfos del emperador en España. Se incluirá en el denominado Codex Calixtinus, elaborado con el propósito de propiciar las peregrinaciones a Santiago de Compostela, del que ya hemos ofrecido la Guía del Peregrino. La Crónica que nos ocupa ahora fue redactada en latín, posiblemente por un benedictino francés relacionado con el papa Calixto II o con su hermano Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI de Castilla. De cualquier modo, el autor posee un conocimiento somero de la península, aunque utiliza una cierta documentación geográfica (un completo repertorio de localidades, entre las que incluye a Huesca con el epíteto de «la de las noventa torres») e histórica (por ejemplo, la Vida de Carlomagno de Eginardo). Sin embargo la fuente básica es la abundantísima épica francesa: son los personajes de los cantares de gesta los que actúan, con la mentalidad, armas y costumbres del siglo XII. Para observar el resultado no tenemos más que comparar dos retratos de Carlomagno, el de nuestra Crónica, y el mucho más moderado (aunque también idealizado) de Eginardo. Estamos por tanto ante un excelente ejemplo de falsa historia, como la Historia de los reyes de Britania de Godofredo de Monmouth. Pero el nulo valor que posee para reconstruir las intervenciones carolingias en España, se compensa ampliamente con la información que nos proporciona sobre la época de su composición, y sobre el esfuerzo para incentivar la colaboración de caballeros transpirenaicos en las empresas reconquistadoras. Por otra parte, el anónimo autor no pierde ocasión de lucir sus elevados conocimientos (por ejemplo, sus disquisiciones sobre las artes liberales), en compañía de sus profundas ignorancias (incluso para su tiempo: la caracterización que hace del Islam nunca la haría un monje hispánico en contacto con los musulmanes). Además podemos disfrutar en su lectura con la desbordante imaginación medieval: las lanzas que florecen, las batallas de contendientes ordenadamente simétricos, el enfrentamiento de Roldán y el gigante Ferragut..