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Ibn Yubayr al-Kinani al-Satibí, Abu l-Husayn (1145-1217). Nació el primer día de septiembre de 1145 en el seno de una familia de clara ascendencia árabe, los Kinana, en la ciudad de Xàtiva. En ella se estableció su padre, que era notario, y en ella pasó Ibn Yubayr su infancia y juventud, y recibió su primera instrucción. Desconocemos a qué edad abandonó Xàtiva. Su mejor biógrafo, al-Marrakusi, afirma que se estableció en Jaén y, más tarde, en Granada. Realizó estudios de lengua árabe y pronto destacó por sus conocimientos de jurisprudencia, tradiciones islámicas y, sobre todo, su talento poético, lo que le permitió acceder al cargo de secretario del gobernador de Ceuta, hijo del emir almohade ‘Abd al-Mumin, así como de otros gobernadores, en Granada. En 1183 inició, desde esta ciudad, su viaje a Oriente para cumplir con el precepto islámico de peregrinación a La Meca, abandonando una prometedora carrera en la cancillería almohade. Visitó las ciudades santas de La Meca y Medina, y marchó después a Bagdad, Mosul, Alepo y Damasco, ciudades en las que amplió su formación y aprendió de sabios, ascetas y sufíes. Este viaje, de más de dos años de duración, fue descrito posteriormente en su obra Rihla. Transcurridos cuatro años, inició su segundo viaje a Oriente (1188-191). A su regreso residió en Granada, Málaga, Fez y Ceuta, ciudades en las que se dedicó a la enseñanza, extendiéndose su fama ya no solo por su sabiduría, sino también por sus virtudes. En 1205 falleció su mujer, ‘Atika, infortunio que le predispuso a emprender su tercer y último viaje a Oriente. Tras visitar La Meca se estableció en Alejandría, en donde se dedicó hasta su muerte (1217) a la enseñanza de las tradiciones islámicas. La historiografía moderna ha elogiado principalmente la figura de Ibn Yubayr por la trascendencia de la Rihla, relato —en bella y clara prosa— de su primer viaje, y una de las principales fuentes documentales para el conocimiento del Oriente Medio del siglo XII, siendo también modelo de un nuevo género literario que alcanzaría gran desarrollo. Sin embargo, los críticos árabes medievales destacaron de nuestro conciudadano su excelente obra poética, hoy en buena parte extraviada. En ella criticó la filosofía racionalista de al-Farabi, Avicena y Averroes; reflexionó sobre la condición humana, ante la pérdida de valores como la sinceridad y la amistad y el deterioro del ideal de confraternidad de la comunidad islámica, y afloró su profunda religiosidad y nostalgia hacia su tierra. Todos sus biógrafos coinciden en destacar de Ibn Yubayr —el setabense, quizás, más universal de época islámica— su sabiduría, virtud y talento literario. Falleció en Alejandría el 29 de noviembre de 1217 a la edad de 72 años.