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La difusión de la cultura ―las luces― a través de abundantes iniciativas educativas, constituye uno de los objetivos prioritarios de la Ilustración. Se multiplica la reflexión y la acción con propósitos diversos: técnicos y profesionales en unos casos, crítico-científicos en otros, de educación de los niños... Esta preocupación por la mejora del conjunto de la sociedad conserva, sin embargo, un talante profundamente elitista que se transmitirá a las posteriores generaciones liberales. La escritora que incluimos hoy en Clásicos de Historia es un buen ejemplo de ello. Y presenta, además, el interés de su argumentación sobre la igualdad intelectual entre los sexos que la convierte en una de las antecesoras del feminismo contemporáneo, a pesar de justificar las diferencias de condición social para la generalidad de las mujeres. Hemos recogido sus tres textos más significativos en este sentido: el Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres (1786), la Oración gratulatoria dirigida a la Junta de Señoras de la Real Sociedad Económica de Madrid (1787), y el más extenso Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790). En 1802 Félix de Latassa, en el tomo VI de su Biblioteca nueva de los escritores aragoneses (pág. 231 ss.) se refería así a nuestra autora: «Nació esta ilustre aragonesa en Zaragoza de Don Josef Amar, que murió Médico de Cámara de S. M. y de Doña Ignacia de Borbón, hija de Don Miguel, Médico de Cámara del Rey Don Fernando VI y del Consejo de Hacienda. Fue bautizada en la Parroquial de San Miguel de los Navarros a cuatro de Febrero de 1753*. Habiéndose trasladado a Madrid en compañía de su padre, tuvo gran parte en su educación literaria su paisano Don Rafael Casalbón, Bibliotecario de S. M. a quien debió el singular conocimiento que posee de las Lenguas Francesa y Latina, juntamente con los principios de la buena crítica y erudición. Posteriormente se dedicó al estudio de la lengua griega bajo la dirección de Don Antonio Berdejo, que murió Canónigo de la Santa Iglesia de Tarragona. Con estos buenos principios, y estimulada de su afición a las letras, procuró instruirse en los idiomas inglés e italiano, continuando en ilustrar su entendimiento con la lectura de excelentes obras. »Su afabilidad, singular juicio y erudición, con otras prendas apreciables, al mismo tiempo que ilustran su mérito, sirven de singular lustre a su sexo y a la literatura de nuestro Reino, siendo digna sucesora de otras ilustres Señoras que se distinguieron por el mismo rumbo; en España Doña Ana Cervaton; en Holanda Ana Schuurman, y en Italia Isabel Agnesi y Olimpia Fulvia Morata. En 1782 fue elegida Socia de Mérito de la Real Sociedad de Amigos del País de Zaragoza, dándole un testimonio de su aprecio por la traducción que hizo de un discurso de Don Francisco Griselini, de que se tratará. En 1787 la creó socia de honor y mérito la Junta de Damas unida a la Real Sociedad de Madrid, y después la Real Sociedad Médica de Barcelona la unió a su gremio, habiendo publicado su Discurso de la educación física y moral de las mujeres. Sus notorios talentos , y desvelos literarios acreditan en el día su grande mérito en su patria, donde vive casada con Don Joaquín Fuertes Piquer, Oidor de la Real Audiencia de Aragón, cuya memoria literaria se refiere en este año. La de Doña Josefa recomiendan las siguientes obras», que pasa a enumerar.