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Braulio de Zaragoza (c. 590-651) fue obispo de esta ciudad y uno de los referentes del considerable desarrollo cultural del reino de Toledo, la convencionalmente llamada España visigoda. Las 44 cartas conservadas en su Epistolario (32 escritas por Braulio, las otras a él dirigidas) nos muestran la relación con su maestro Isidoro de Sevilla (con interesantes referencias sobre la confección de las Etimologías, y su intervención en ella), Eugenio de Toledo, su también discípulo y sucesor en la diócesis Tajón, Fructuoso de Braga, el papa Honorio, y los reyes Chindasvinto y Recesvinto… Ahora bien, «la fama de Braulio actualmente está cimentada en sus cartas; es una fama reciente y limitada al mundo de los eruditos. Durante muchos siglos fue mucho más conocido por su Vida de San Emiliano. Él mismo confiaba en que esta obra pudiera salvarle de ser castigado en el otro mundo: Hoc opus, escribe citando a Juvenco, en el prefacio de la Vida, hoc etenim forsan me subtrahet igni. En el año 574, unos diez años antes del nacimiento de Braulio, murió en la región montañosa de Castilla la Vieja, en la región de la Rioja, el santo ermitaño cuya vida nos es conocida tan sólo gracias a la biografía de Braulio.» (C. Lynch y P. Galindo. San Braulio obispo de Zaragoza (631-651). Su vida y sus obras.) «La España visigoda es una materia histórica fascinante, pero al mismo tiempo frustrante para el historiador. Por un lado, los hispanovisigodos nos han dejado un amplio elenco documental en sus leyes y en los cánones conciliares eclesiásticos pero, por otro lado, el tipo de material narrativo y diplomático que nos ayudaría a los historiadores para comprender cómo la ley y la legislación conciliar eran puestas en práctica es muy escaso. En particular, para la España del siglo VII no abunda la evidencia documental, y precisamente esto es muy frustrante, por cuanto sí disponemos de indicios según los cuales en esa época el sistema hispanovisigodo disfrutaba de una enjundiosa situación social, cultural y religiosa. Lo que nos gustaría conocer, sobre todo, es cómo ese sistema operaba en el nivel local y cómo interactuó con las élites locales, puesto que todo ello podría contarnos, en efecto, cómo era en realidad la España visigoda. Lo que sí tenemos del siglo VII, sin embargo, es un breve elenco de textos hagiográficos, consistente en cinco obras principales. En las manos de un interrogador hábil este material puede dar respuesta al menos a alguna de nuestras preguntas sobre la naturaleza del mundo que lo produjo. A fin de comprender nuestros textos en su integridad, debemos someterlos a un análisis tanto del género cultural como del contexto histórico.»