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Un día, una niña de apenas cinco años preguntó a su hermana, Oriana Fallaci, qué era la vida. La gran periodista y escritora italiana partía al día siguiente para el Vietnam, como corresponsal de guerra de un periódico de su país, y pensó que allí hallaría sin duda una respuesta válida tanto para ella como para su hermanita. Día a día, con la muerte constantemente al acecho, Oriana Fallad vivió momentos terribles como los de Dak To, Hué, Cholon, la alucinante ofensiva del Tet y el asedio de Saigón. Pasajero de un avión en una misión de bombardeo con bombas napalm, y siempre soldado sin armas en un país en guerra civil pero sin frentes, la joven periodista conoció personajes como François Pelou, corresponsal francés a quien ella llamaba su buena conciencia; el general Nguyen Ngoc Loan, el hombre más cruel de Saigón, a quien todos vimos en la pequeña pantalla matar a un vietcong que tenía atadas las manos, y que más tarde lloraría en brazos de Oriana Fallaci; al extraño y aparentemente contradictorio general Cao Ky, primer ministro sudvietnamita, a soldados del Vietnam y de los Estados Unidos, a guerrilleros vietcong, y sobre todo el absurdo espectáculo de la guerra. Pero la respuesta que Oriana Fallaci buscaba para su hermana no la hallaría hasta el final, cuando, dejado el Vietnam, fue a México, también como corresponsal, para informar sobre la revuelta de los estudiantes que culminaría con los trágicos sucesos del 2 de octubre en los que Oriana Fallaci sería herida por una ráfaga de ametralladora. NADA Y ASÍ SEA las cuatro últimas palabras de una terrible plegaria nacida de la más profunda desesperación recoge todo lo que Oriana Fallaci vio y escuchó. De este diario ha nacido un apasionante relato que asume el perfil de una novela cuyos personajes son todos absolutamente reales y en el cual la autora deja constancia de sus terrores, su piedad y su rabia. Brutal, desesperado, desbordante de humanidad y autenticidad, este libro es un acto de valor: una condena feroz y una invocación desgarradora para los hombres. NADA Y ASÍ SEA os un libro que irrita y seduce, pero en uno y otro caso es siempre aleccionador porque nos enseña algo que la Fallaci ha aprendido arriesgando: amar la vida.