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Gayo Salustio Crispo (86-34 a. C.) es un autor decisivo en el desarrollo de la historiografía latina: fue el primer historiador reconocido como clásico entre los romanos, tuvo una influencia inmensa en muy diversos escritores, y tras Cicerón es el autor latino en prosa más citado. Si hasta él el registro de los hechos en el Imperio Romano había estado a cargo de los analistas, que consignaban los datos sin más en sus escuetas crónicas, Salustio compuso un relato coherente, tratando de entender el significado de los acontecimientos, las conexiones entre éstos y las líneas generales del conjunto. Este volumen contiene todo cuanto de su obra nos ha llegado: dos monografías, «Conjuración de Catilina» y «Guerra de Jugurta», y fragmentos de su escrito principal, una historia de Roma que abarca de los años 78 al 67 a. C. Se dice de él que tuvo una juventud disipada, y en el 50 a. C. fue expulsado durante un año del Senado por motivos morales, aunque esta explicación podía servir para arreglar cuentas pendientes. Lo cierto es que Salustio se implicó en la política de su tiempo: estuvo en el bando de César (que impulsó su carrera política) y enfrentado al partido de Pompeyo, a la vieja aristocracia romana y al republicano Cicerón. En condición de pretor acompañó a César en la campaña de África que doblegó por completo a Pompeyo, y fue nombrado gobernador de la provincia de Numidia, cargo en el que cometió abusos y extorsiones de cuya responsabilidad sólo el apoyo de César logró eximirle. A su regreso a Roma se apartó de la política y se dedicó a cuidar y embellecer los jardines del Quirinal y a componer sus tratados históricos. Salustio exhibió en sus escritos un fuerte moralismo que muchos han considerado contradictorio con su trayectoria pública, nada impecable. Algunos críticos han optado por no creer las acusaciones que se vertieron sobre él y considerarlas simples improperios partidistas; otros las consideran irrelevantes para su tarea de historiador. El «Catilina», publicado después de la muerte de César y probablemente de la de Cicerón, trata esta crisis del año 63 en el Senado y la sociedad (en la que Cicerón intervino con sus célebres discursos); Salustio achaca el conato de derrocamiento de la República a la crisis moral generalizada: la ambición, la codicia, la desmesura han sustituido a las proverbiales virtudes romanas del honor y el patriotismo, y la aristocracia se halla en un estado de postración absoluta. «Guerra de Jugurta» abunda en tales ideas y denuncias en la descripción de esta guerra entre númidas y romanos que duró del 112 al 105 a. C. La obra más ambiciosa de Salustio, que la muerte interrumpió y los siglos han mutilado, eran sus «Historias» desde el año 78. Habría sido de gran importancia para conocer la Roma de su convulso tiempo. Trataba fundamentalmente la guerra de Sertorio, la guerra de los esclavos y una parte de la guerra contra Mitrídates. El volumen se completa con dos apéndices apócrifos. Las «Cartas a César» fueron compuestas en alguna escuela de retórica que remedaba el estilo de Salustio, con un tono demasiado envarado para ser el auténtico de unas misivas. La «Invectiva contra Salustio», atribuida falazmente a Cicerón, es una pieza de intención humorística que hay que considerar como simple ejercicio retórico escolar. El estilo de Salustio se caracteriza por la concisión (inspirada en su maestro griego Tucídides, y contraria a la escritura de Cicerón, de grandes periodos y expansiva), el gusto por los arcaísmos léxicos y gramaticales, la extrema selección del material y la omisión de detalles para agilizar el relato. Se muestra como un penetrante analista de las características y motivaciones psicológicas de los personajes, pone el énfasis en los grandes protagonistas (César, Catón, Mario, etc.) y es hábil en la descripción de ambientes.